domingo, 13 de noviembre de 2016

Marianne, la afortunada y el hombre enmascarado



Bueno, Marianne, ha llegado el momento en el que somos tan viejos y nuestros cuerpos se están desmoronando, que creo que te seguiré muy pronto.
Estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, podrás alcanzar la mía. Sabes que siempre te he querido por tu belleza y por tu sabiduría, pero ahora solo quiero desearte un buen viaje. Adiós, vieja amiga. Mi amor infinito, nos vemos al final del camino.
Leonard.

Este Septiembre, cuando pasé por el hotel Chelsea en N York lleno de andamios donde viviò el remitente de esa carta,no pensé que ese lugar albergara tantos pensamientos de amor.

 Que alguien pueda escribir algo tan bello, es motivo para sentirse tocada por los dioses, si tan bello fue el final cuan bello debió ser toda esa vida, a pesar de la distancia física. Dicen que se conocieron en Hidra y que su historia de amor continuó toda la vida a partir de esa fatídica cifra de siete años, donde la relación dicen que si no avanza muere, aunque hay casos donde solo se adormece para seguir viviendo, tal vez con la esperanza de un futuro.
El hombre que se enmascara para ofrecer a su amor todo tipo de vidas y de sueños; compañero dando su mano en los momentos duros, parachoques cuando el dolor se hace insoportable, sosegante médico cuando las enfermedades bailan alrededor, conductor a lugares lejanos, lobo aullante esperando la llegada de su luna, sujeto en el rincón de sus sueños o expectante ante su regreso por si el sueño no acude a tus ojos.
Aquel que regresa ofreciéndote su corazón y la vida que queda por vivir de la manera que sea, pero a tu lado como amante, como amigo, como consejero, cerca o lejos, de la manera que tú quieras.


¿Quien podría desdeñar esa mascara?

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