lunes, 9 de septiembre de 2019

Viena




Íbamos cargadas de expectativas-

¿Quien no soñó de niña ser Sissi,y tener un príncipe como Francisco José ,correr por el  palacio Schonbrunn con esos vaporosos vestidos?.Un sueño de niñez que al fin vería con mis propios ojos, lo malo de los sueños a veces  es vivirlos. No existía  tal príncipe,los austriacos son normalitos. Sissi no corría  a ver a su príncipe,he sabido que al contrario, huía en otra dirección .Los palacios no tienen el brillo de sus películas,puede ser porque no tienen vida y mi pie dolorido se cansó de subir escaleras de mármol,
El único principito que encontré,se ganaba la vida como músico callejero,enamorándonos con su violín y su"regresa a mi".

Los vestidos de Sissi no aparecieron por ningún lado y en las tiendas vienesas las austriacas solo pueden aspirar a aburridas colecciones de invierno.
 ¿ Y el Danubio azul?,se había convertido en verde oscuro o marrón grisáceo,había perdido el esplendor que contemplamos en Budapest, entiendo a Sissi cuando  se escapaba a Hungría,huyendo de la melancolía vienesa.
La famosa tarta Sacher,otro mito caído o comido; decidimos apostar por lo grande y esperamos durante media hora en la cafetería Demel  ,para poder degustar la famosa tarta, el edificio parecía desvencijado,con sabor añejo pero sin glamour, pedimos 4 tartas diferentes,nada que ver con la repostería española.
Menos mal que la noche anterior degustamos en el restaurante junto al hotel,un maravilloso coulant deliciosamente  regado con cabernet sabignon, el sabor más dulce que me llevo de Viena.
La mejor cena fue junto al hotel en la pizzeria Vía Toledo (un placer escuchar italiano)con simpáticas camareras italianas que nos informaron del" bar Manolo" ,con música latina , lleno de españoles, de donde  eran asiduas.
La ciudad es hermosa, fría ,distante,  igual que sus habitantes,como excepción una amable señora vienesa  nos ayudó a encontrar nuestro hotel, toda regla tiene una excepción que la confirma.
El viaje comenzó mal,Yoli perdió la cartera con todo su dinero,el primer día olvidé mi móvil en un restaurante,tuve que volver a buscarlo y lo encontré.
El palacio Belvedere nos mostró una de las joyas del arte moderno,con el beso, de Klint
Nuestro hotel -más pensión que hotel, sencillo ,discreto y con unos colchones maravillosos, una vez situados hasta céntrico nos pareció,podíamos ir andando a los sitios turísticos,  en la estación de Rahtaus y a tres de Karlosplatz. 
No soy de parques de atracciones y tampoco disfrute mucho de su parque Prater ni de su noria.
Lo mejor de mi viaje a Viena ,la iglesia de San Carlos Borromeo, la iglesia de los dominicos cerca de la postagge ,volver a Bilbao y que Yoli recuperase todo su dinero en objetos perdidos del aeropuerto.Algo importante , que ya he estado y no tendré intenciones de volver.(nunca se sabe).



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