sábado, 11 de agosto de 2018

El tranvía 22 en Praga


El viaje de este año ha sido Praga. Decidimos centrarnos solamente en la ciudad y con la amenaza de calor encima, descubrimos la forma de combatirlo (la riquísima y fresca agua de Praga)creo que es la más buena que he probado en la vida y salia fresquita del grifo.
Aunque nuestro conductor ucraniano estaba puntual, perdimos tiempo a nuestra llegada por una confusión en el nombre. Aprovechamos el tiempo en sacar nuestra Prague card,porque la oficina de turismo esta muy bien situada, junto en la salida de viajeros.
Nuestro hotel  era céntrico, en la calle Hastalska,el Metropolitan old town,andando en linea recta llegamos a la Plaza del ayuntamiento .Esa noche paramos a cenar junto a la iglesia y cuando la tormenta nos arruino la noche,tomamos un taxi para volver al hotel.
Empeñadas en dormir juntas nos asignaron el apartamento de estudiantes,una habitación interior,moqueta horrorosa,sin are acondicionado y con un ruido insoportable,las compañeras de habitacion unas jovenes bailarinas de ballet  que representaban en el teatro nacional el lago de los Cisnes-
Dispuestas a dar fuego a nuestra Prague card ,comenzamos con el convento de Agnes,para llegar caminando a la bellisima Sinagoga española y después un paseo por el barrio judío. Seguimos comprobando que hay una comunicación mental entre las personas,a pesar de nuestro desconocimiento del checo y nuestro ingles macarrónico,podemos establecer un dialogo parecido al de besugos,el secreto está en preguntar como si el interlocutor entendiese y asentir a sus respuestas como si te hubieses enterado y seguir adelante.
En un tour turístico  un chico español nos habló del tranvía 22,decidimos utilizarlo pensando que era circular y terminamos en el extrarradio una hora mas tarde, en la zona de cocheras y final de trayecto,ya anochecía cuando cruzamos las vías para volver en sentido contrario.
El curioso viaje nos permitió descansar , tener otra visión de la ciudad y aprender de los trasportes en la ciudad,cuando regresamos a ella, tomamos el metro ,probando sus largas escaleras mecánicas.
A la mañana siguiente ya nos habíamos hecho con la ciudad,pudiendo visitar su castillo,la maravillosa catedral de San Vito,ver al niño Jesus de Praga, subir en el funicular ,cruzar el puente San Carlos y exhaustas descansar en la orilla del Moldavia.
Mi sensación sobre la ciudad de la cerveza y la música ;dicen que es una de las más bonitas del mundo,realmente es preciosa ,pero no me llegó al alma, Budapest con un aire parecido me parece más entrañable,aunque los hungaros resultan más estupidos.Las chicas son guapas pero no atractivas y los chicos solo decir que van al mismo peluquero que los españoles.
La comida muy parecida a la polaca y muy económica y la gente del aeropuerto poco empática, pensándolo bien,los checos no son de mucho pelo,al menos el personal de vuelo,tuvimos tiempo de comprobarlo por las dos horas que llegó con retraso el avión.

El Vesubio me espera...





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