sábado, 16 de enero de 2016

A quien un día leyendo despertó cosas dormidas



Él al leerlo había sentido cosas que hacía tiempo tenía dormidas, creo que es mágico y que está escrito con corazón  verdadero.. no concebía querer de otra forma dijo; cuando amaba, lo hacía  con locura. Hay que estar muy loco para querer sin condiciones  pensó. (Sin saber  entonces  que acostumbraba  arrinconarlas  y dormirlas demasiadas veces).
Ella tuvo replica en forma de poema y de una emotiva carta que más que amor guardado, creía eran de ilusiones estrenadas. No lo esperaba, estaba desconcertada, no había sido esa su intención al enseñarle sus escritos.
“Deseo probar la dulzura de tus labios,  sabiendo serán veneno para este tu esclavo.
Deseo el cobijo de  tus brazos para mí,  dos pétalos de algodón blanco.
Deseo  me aprieten contra tu cuerpo y así al fin reposar mi desasosiego. “
Y toda una carta emotiva firmada por: un aprendiz de jardinero que de vez en cuando se tomaba la licencia de soñar
Hay cosas dichas que son inexplicables, nacen de dentro y sólo se pueden ver desde el sentimiento, aunque  a veces ni uno mismo lo entienda, no hay ni motivos ni  razones .Un día te das cuenta que alguien puede ser importante y tienes la certeza de que es y  lo será.
Ella llevaba unos días eufórica, se sentía pletórica y eso hacía que la viera bonita y la deseara más. Él a través de sus ojeras vivía días de sonrisas y felicidad, decía que ella cada mañana iluminaba su vida, había días mejores y peores, él no podía resistirse a verla,  a componer junto a ella una melodía  con la cual identificarla en la soledad, buscaba cada día formas nuevas  hacerla feliz, no había cambiado su carácter sino porque ella estaba allí le había confesado. Cómplices ambos día a día se convirtieron en fabricantes de un sueño.

Ella se aprovechaba de esas circunstancias, siempre no sería así pensaba y entonces disfrutaba de esos momentos inolvidables porque sabía que un día él se alejaría.
  A veces tuvo miedo  de alimentar sus sentimientos, estos se pueden engrandecer pero luego hay que sostenerlos y eso es complicado porque con el tiempo te das cuenta que  ello tampoco es una certeza.

Y llegó el día que como aquella vieja canción, el cielo se pintó de gris lloviendo sobre la realidad, abrigándose el suelo de hojas, dejando tras de sí un murmullo, un lamento como una balada en Otoño.

Hace frio en el alma, la que un día deseosa de alumbrarle el camino sujetó teas chorreándole aceite por los brazos,  cerrará puertas, ventanas, echará cerrojos y todo lo que sea necesario

para preservarse de las corrientes. 

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