»¿Tienes algún otro motivo para temer?
¿Piensas que las amistades son rara vez durables, y que
un rompimiento, que siempre es una desgracia para ambos, te será funesto, sobre
todo después del sacrificio que has hecho de lo más precioso que tienes?
Si así
sucede, es al amante a quien debes sobre todo temer. Un nada le enoja, y cree
que lo que se hace es para perjudicarle. Así es, que quiere impedir al objeto
de su amor toda relación con todos los demás, teme verse postergado por las
riquezas de uno, por los talentos de otro, y siempre está en guardia contra el
ascendiente de todos aquellos que tienen sobre él alguna ventaja.
El te
cizañará para ponerte mal con todo el mundo y reducirte a no tener un amigo; o
si pretendes manejar tus intereses y ser más entendido que tu celoso amante,
acabarás por un rompimiento.
El que no está enamorado, no se cela de
aquellos que viven familiarmente con su amigo; aborrecería más bien a los que
huyesen de su trato, porque vería en este alejamiento una señal de desprecio,
mientras que aplaudiría todas aquellas
relaciones, cuyas ventajas conociese. Parece natural, que dadas estas
condiciones, la complacencia afiance la amistad, y que no pueda producir
resentimientos.
Por otro lado, la mayor parte de los amantes se enamoran de la
belleza del cuerpo, antes de conocer la disposición del alma y de haber
experimentado el carácter, y así no puede asegurarse si su amistad debe
sobrevivir a la satisfacción de sus deseos.
Los que no se ven arrastrados por
el amor y están ligados por la amistad antes de obtener los mayores favores, no
podrán ver en estas complacencias un motivo de enfriamiento, sino más bien un
gaje de nuevos favores para lo sucesivo.
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