Había una vez un rey …así comienzan los cuentos.
Tenía una doble
apariencia; se vestía de príncipe si la luz del sol alumbraba el día, sonreía feliz a sus súbditos,
repartía monedas de oro a su paso y amablemente los deslumbraba
con sus buenos modales y, de ogro cuando se ocultaba la luna.
Algo que nadie
conocía era su máximo entretenimiento en fabricar un artilugio que guardara objetos
preciosos, los encerraba y afanaba en no dejarlos respirar, ellos suspiraban en
su prisión por gozar del aire fresco y calentarse con los rayos de sol.
Este trabajo estaba tan presente en él que dejó de vivir,
tenía todo lo que quería pensaba, sus días encauzados, alguien diría que vivía
días de felicidad. Pero cada noche volvía a su maquinita a seguir encerrando
jirones de su corazón
El creía tenerlos controlados ,guardados para siempre ,tan
cuidadosamente los custodiaba que resultaba imposible llegar hasta ellos, hasta
el punto que la gente se olvidó de ellos y ya nadie los recordaba .Desconocía que con el paso del tiempo ,los
cierres se van bloqueando y los agujeritos se van haciendo ranuras, que los
cierres se entumecen y va pasando el tiempo …
Sin darse cuenta, ellos se le van escapando de las manos
entrando en un lento ciclo de revelación
.Ya no puede controlarlos sino que ellos le controlan Y se alternan príncipe-ogro de día con episodios
esporádicos de mal humor que empiezan a ser visibles para sus súbditos, incontrolables
por él, comenzando una huida hacia delante a no se sabe muy bien qué rincón de
su reino. Ogro-principe de noche desbordado y deformando la realidad, invadido
por los recuerdos que le genera melancolía y que será contrarrestada con la ira
al amanecer.
De repente un día, esos objetos que son de una inesperada riqueza para el que los
encuentra y también dueños del relato de
una curiosa historia que se destapa salen a la luz y van dirigidos por el amor, al que todos servimos hasta cuando
queremos odiar.
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