domingo, 17 de enero de 2016

El cofre de los sentimientos



Había una vez un rey …así comienzan los cuentos.
Tenía una  doble apariencia; se vestía de príncipe si la luz del sol alumbraba el día, sonreía feliz a sus súbditos, repartía monedas de oro a su paso y amablemente los  deslumbraba  con sus buenos modales y, de ogro cuando se ocultaba la luna.
Algo  que nadie conocía era su máximo entretenimiento en fabricar un artilugio que guardara objetos preciosos, los encerraba y afanaba en no dejarlos respirar, ellos suspiraban en su prisión por gozar del aire fresco y calentarse con los rayos de sol.
Este trabajo estaba tan presente en él que dejó de vivir, tenía todo lo que quería pensaba, sus días encauzados, alguien diría que vivía días de felicidad. Pero cada noche volvía a su maquinita a seguir encerrando jirones de su corazón
El creía tenerlos controlados ,guardados para siempre ,tan cuidadosamente los custodiaba que resultaba imposible llegar hasta ellos, hasta el punto que la gente se olvidó de ellos y ya nadie los recordaba  .Desconocía que con el paso del tiempo ,los cierres se van bloqueando y los agujeritos se van haciendo ranuras, que los cierres se entumecen y va pasando el tiempo …
Sin darse cuenta, ellos se le van escapando de las manos entrando en un lento ciclo  de revelación .Ya no puede controlarlos sino que ellos le controlan Y se alternan  príncipe-ogro de día con episodios esporádicos de mal humor que empiezan a ser visibles para sus súbditos, incontrolables por él, comenzando una huida hacia delante a no se sabe muy bien qué rincón de su reino. Ogro-principe de noche desbordado y deformando la realidad, invadido por los recuerdos que le genera melancolía y que será contrarrestada con la ira al amanecer.
De repente un día, esos objetos que  son de una inesperada riqueza para el que los encuentra y también  dueños del relato de una curiosa historia que se destapa  salen a la luz  y van dirigidos por el amor, al que todos servimos hasta cuando queremos odiar.

Con el tiempo “Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos” escribía Mario Vargas Llosa.

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